Soy un lector desordenado, neurótico, impaciente y obsesivo. Creo, como Borges, que importa más lo leído que lo escrito. De lo que he publicado, no me acuerdo bien; pero no puedo olvidar frases, párrafos, momentos, personajes, versos, de todo lo leído.
Nunca antes había contado los libros leídos en el curso de un año. Este año que se muere me fijé como propósito hacer una lista muy sencilla: título del libro leído y autor, y una breve nota de si me gustó o no.
Me sorprende que hoy, 30 de diciembre, al revisar la lista encuentro que en 2015 leí 83 libros. No sé si es más o menos que en años precedentes. Para establecer parámetros tendré que hacer un ejercicio similar por lo menos en los próximos tres años.
La cifra no es por vanagloria. Como dije arriba, soy desordenado y neurótico. No leo algo porque sea novedad. Leo mucho por recomendaciones de gente que lee con tanto o más placer que yo, y cuyas sugerencias agradezco en el alma. Así, he leído cosas extraordinarias cuya existencia desconocía. Leo también por gusto de releer (por ejemplo, el año próximo quiero releer viejos clásicos que no he tocado en décadas, como La Divina Comedia, Moby Dick, o varias tragedias y comedias de Shakespeare.
Y vuelvo a ciertos autores que son de compañía permanente, como Foucault, Barthes, Borges, o Gaiman.
No voy a hacer una lista; no puedo decir lean estos 10 o 15 o 20. Sólo puedo pedirle a la gente que lea. De preferencia sin mis neurosis, berrinches o precipitaciones. Que lean porque los secretos de la vida también están escondidos en los renglones, en las páginas de los libros. No hay libro que no contenga una magia secreta; creo que Borges escribió alguna vez que aún el peor libro encierra una frase inolvidable.
Señalo esto: me sorprendió por su originalidad y profundidad This is not a novel de David Markson; por su riqueza, que ha sobrevivido a los siglos, el Prometeo encadenado de Esquilo.
Es magistral Diógenes Laercio en su Vidas y opiniones de los filósofos ilustres; no lo es menos, por minuciosa y obsesiva, The Historical Jesus, de Crossan.
Disfruté de Otro rostro de Esperanza de Adriana González Mateos tanto como de Un antropólogo en Marte de Oliver Sacks o de la poesía completa de Pier Paolo Pasolini.
Vale la pena asomarse al complejo The Myth of the Goddess de Anne Baring y Jules Cashford para tener otra aproximación antropológica al origen del pensamiento religioso, tanto como vale la pena la poesía completa de René Char.
No pongo editoriales, no me interesa hacer comerciales. Me interesa que la gente lea American Tabloid de James Ellroy; que lean Leche, de Marina Perezagua, una escritora formidable; que lean The Book of Questions de Edmond Jabès; que lean los Rastros de tinta de Emilio Mendoza de la Fuente, que lean Méjico de Antonio Ortuño, que lean la nueva edición de Notas del Desencanto de Miguelángel Díaz Monges.
Creo firmemente que Anne Carson es la mejor poeta de lengua inglesa viva, y este año leí de ella Glass, Irony & God y Short Talks; de sólo dos autores leí más de un título, ella y Michel Houllebecq de quien me gustó Sumisión, pero me gustó mucho más Against the World, Against Time, su lúcido ensayo sobre Lovecraft con prólogo de Stephen King.
Fueron buenos compañeros de horas calladas Manuel José Rincón Domínguez con Cuentos y pasiones del cielo, Manuel Iris con su poemario Los disfraces del fuego, la relectura de los Cuentos de amor y de locura de Horacio Quiroga y el sabroso Seven Greeks de Guy Davenport.
Me inclino ante Marguerite Yourcenar y su Mishima o la visión del vacío, el Tres veces al amanecer de Alessandro Baricco y el inolvidable The Diesel de Thani Al-Suwaidi; no menos antes Remainder, de Tom McCarthy, que es fuera de serie.
Me hicieron pensar mucho How to be alone de Sara Maitland (que no es de autoayuda, todo lo contrario), Memory as a remedy for evil de Tzvetan Todorov y The Sleepwalkers de Christopher Clark.
Disfruté enormemente la relectura de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, el encuentro con La ciudad que nos inventa de Héctor de Mauleón, el estremecimiento en las páginas de Los 43 de Iguala de Sergio González Rodríguez, la belleza de El territorio interior de Yves Bonnefoy o el Incidente con perro en la Calle 5 del poeta peruano Eduardo Chirinos.
Descubrí en 2015 a dos grandes poetas: el español Luis Rosales y el peruano Rodolfo Hinostroza, de quienes leí antologías; así como a un gran científico, Freeman Dyson, de quien leí The Scientist as Rebel.
Pocos libros tan bellos como The Testament of Mary de Colm Toibin, tan sacudidores como El adversario de Emmanuel Carrère, tan sorprendentes como Los perros descalzos de Antonio Ruiz Camacho o Dragonfish de Vu Tran.
Me gustaron, y mucho, Novels in three lines de Félix Fénéon, Deathbird Stories de Harlan Ellison, Salón de belleza de Mario Bellatin, El loro de Flaubert de Julian Barnes, o Legend of a Suicide de David Vann.
De mis reencuentros favoritos, Frankenstein or the Modern Prometheus de Mary Shelley en la versión original de la autora; y para el sueño y la pesadilla In the Heart of the Sea, de Nathaniel Philbrick.
Comparto eso, no los títulos o autores de aquellos que completaron la lista de 83. Si no están, es porque no me gustaron, y punto.
Quiero concluir esta lista que no es lista, con algo que debería ponerse en toda lista de recomendaciones: los nombres de aquellos que nos han recomendado libros maravillosos. A cada uno de ellos les agradezco que hayan mencionado, intencional o casualmente, libros que luego me hicieron soñar. Van, en absoluto desorden: Rosa Delia Guerrero, Viviana Hinojosa, Miguelángel Díaz Monges, Mauricio Montiel, Gabriel Bernal Granados, Gabriela Botti, Karla Zárate, Paola Tinoco, Liz de la Garza, Lorea Canales, Jeannette Clariond Lozano, Rose Mary Salum, Marco Escalante, Jorge F. Hernández.
Que en 2016 nos sea dado seguir soñando entre páginas.
Vaya, me llevo varios títulos para buscarlos: The Book of Questions, de Edmond Jabès, poesía de Rodolfo Hinostroza y Memory as a remedy of evil, de Todorov y El adversario, de Carrère. Salud.
El de Hinostroza está en Visor.
Perfecto, grax.
Bravo! I had to use Google translator for much of it but I think I get the spirit of it. I have neglected my reading lately. The name Borges keeps coming up so I think I am destined to read him next
Borges is why I got into writing in the first place. Thanks for reading and for your comment!