Salirse es lo de hoy.
En la dinámica del individualismo llevado a extremos, me salgo porque se me da la gana y al diablo las consecuencias. Lo que importa es que el mundo gire en torno a mi eje, y si no es así entonces paren el mundo, que me bajo.
El Reino Unido abandona la Unión Europea, de forma irreversible, hipotecando su futuro económico y político a una ilusión indefinible e irrealizable de excepcionalismo nacionalista; una mayoría ignorante vota por salirse, y el Brexit revela inmediatamente su estupidez, con incontables británicos buscando en Google la definición de lo que es y hace la cosa que acaban de abandonar.
Lio Messi, el mejor futbolista de esta era, fracasa con toda su selección en su tercera final en cuatro años y tira la toalla. Dice que no jugará más para Argentina. Berrinche temporal – parece que vuelve – pero sintomático. El mundo gira en torno mío. Pero si el mundo me aburre o me frustra, me salgo.
No puedo dejar de pensar en el ex alcalde de la hoy en día Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, o en los hotentotes de Venezuela, Hugo Chávez y Maduro, que en respectivas ocasiones cambiaron el huso horario: el sol sale cuando digo, y si no sale cuando digo, entonces me salgo de la ciencia.
O en el emperador de China que construyó una muralla infranqueable.
O en Donald Trump, que quiere que Estados Unidos abandone el Tratado de Libre Comercio de América del Norte porque su país – dice – no lo necesita para volver a ser grande.
Y este artículo – subrayo – no es una defensa ni de la Unión Europea, ni del TLC.
Es una denuncia del excepcionalismo individualista. Es una denuncia del ‘paren el mundo que me bajo’. Es una denuncia de la ignorancia y la estupidez que nos condenan a berrinches, pataletas y chubascos del ego individual o colectivo.
Nuestro mundo vive un profundo agotamiento político en esta segunda década del siglo XXI. Colectivos como la URSS o Yugoslavia han desaparecido en un mar de agitados, sangrientos exits. Otros, como la ONU, son cada día más irrelevantes. La Unión Europea misma vive en un continuo estira y afloja, cuestionada por sus miembros, cerrada a un tercer mundo hambriento que le arroja a sus emigrantes desesperados.
Aún ISIS es un berrinche colectivo de excepcionalismo individualista, si se le ve como algo más allá del terrorismo: volver al Califato porque no sólo no me gusta el Medio Oriente tal y como está, tampoco me agrada el Islam que no se ajusta a mi parecer.
En una reciente entrevista con el diario El País, reflexionaba George Steiner: “…hay una enorme abdicación de la política. La política pierde terreno en todo el mundo, la gente ya no cree en ella y eso es muy muy peligroso. Aristóteles nos dice: “Si no quieres estar en política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada, luego no te quejes si los bandidos te gobiernan”.”
Es difícil decirlo más claro: la abdicación nos pone en peligro. En peligro de una continua y marcada inclinación al odio, la violencia, el aislamiento, el abandono, la ignorancia. La salida no es un cambio de trayectoria, es un camino directo a nuestros propios calabozos.
Coincido enteramente con esta opinión. La marcha de la civilización, que Occidente encabeza, tiene un rumbo y viaja en un sentido. Aunque la historia tiene altibajos no contempla auténticos retrocesos. Estos brotes de excepcionalismo son anomalías y como tales serán juzgadas por la Historia. La globalización es, a mi parecer, una tendencia inexorable por mucho que algunos quieran frenarla o escapar.
Gracias Vicente!! Cordiales saludos!!
Estoy de acuerdo con tu análisis, en tiempos de crisis la tendencia natural humana busca un chivo expiatorio (los judíos, los mexicanos, los comunistas). De todos modos, no pondría a Messi en el mismo saco. La corrupción de la AFA no es cosa chica. Igual que también cabe asignar parte de culpa del fracaso actual a la UE por no saber crear un discurso común del que todos los miembros se puedan sentir partícipes.
Reblogueó esto en Talleres de Ana Maria Soto.