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Poesia

Martes de #poesía – Galway Kinnell

Confieso que nada sabía de este poeta de fiero nombre irlandés pero nacido en el pequeño estado de Rhode Island hace 86 años. Sé ahora que fue Pulitzer de Poesía en 1982 y que compartió el National Book Award de Poesía con Charles Wright. Pero realmente supe de él por un par de artículos que la escritora mexicana Valeria Luiselli publicó en Cuaderno Salmón en 2008. El primero era una traducción, y el segundo era una entrevista con el propio Kinnell.

Después de mucho indagar por librerías de viejo me topé con dos de sus libros: A New Selected Poems y el libro que yo andaba buscando, del que me había enterado por los artículos de Luiselli: The Book of Nightmares. En algún punto del artículo ella nos dice que la obra de Kinnell no había sido traducida al español. De entonces hace cinco años, y no sé si ella logró traducir alguno de sus poemarios.

Sí tradujo dos de los cantos de The Book of Nightmares, y su cuidadosa traducción fue la que me arrojó, por varias semanas, a la persecución de ejemplares de sus libros por las librerías de Chicago.

The Book of Nightmares es un libro desgarrador, un diálogo desenfrenado con la muerte. Publicado en 1971, lo marca profundamente la guerra de Vietnam: las pesadillas son un reflejo de la guerra, pero también apuntan hacia zonas más recónditas: las pesadillas que nos persiguen desde niños, la pesadilla de la soledad, del abandono. En la entrevista con Luiselli, Kinnell apunta que en el libro quiso mostrar “los cambios abruptos que experimentamos en la vida. Nuestras emociones hacia la muerte se transforman, ya que el tiempo y las circunstancias nos ponen constantemente en una posición distinta con respecto a ella”.

La traducción de Luiselli de dos de los diez cantos de The Book of Nightmares es exquisita. El lector podrá ubicarlos en el volumen del Año II, número 8 de Cuaderno Salmón (primavera de 2008). Yo intento, por mi lado, traducir un canto distinto pero que permita comunicarles la fuerza, la intensidad, el desgarro de la poesía de Kinnell. Escojo el Canto IV. El Juniata a que hace referencia el poema es un río que atraviesa parte del centro del estado de Pennsylvania y es afluente del gran Susquehanna.

IV

QUERIDA EXTRAÑA

PRESENTE EN LA MEMORIA AL LADO DEL AZUL JUNIATA

1

Habiendo dándome por vencido

ante el empleado traspuesto

bajo su reloj, que debería haberme despertado golpeando

ya es de mañana

en la chapa de metal cerrada a llave por la policía,

Pude oír las campanas

de la Vieja Torre, tenue campana del sanctus flotando

sobre la ciudad –tañido

de nuestros amores

la peristalsis de la voluntad de amar para siempre

que desciende, grano

a grano, hasta el último,

el más frío cuarto, que es la memoria—

y puse atención a los gusanos

que viven en las camas donde han muerto los viejos

y buscan salir

para penetrar en el cerebro y cortar

los nervios que sostienen al libro de la solitud.

2

Querido Galway,

Comenzó ya tarde una noche de abril cuando no pude dormir. Eran las noches previas a la luna nueva. Mi mano se dormía, el lápiz recorrió la página arrastrado no sé por qué. Dibujó círculos y ochos y mandalas. Grité. Tuve que arrojar el lápiz. Estaba temblando. Me metí en la cama y traté de orar. Finalmente me relajé. Entonces sentí que mi boca se abría. Mi lengua se movía, mi aliento no era el mío. El susurro que se abrió camino entre mis dientes dijo: Virginia, tus ojos relumbran hacia mí desde mi mundo. Oh Dios, pensé. Se me cortó la respiración, mi corazón se abrió. Oh Dios pensé. Ahora tengo un demonio por amante.

Tuya, sin fe para esta vida,

Virginia.

3

Al ocaso, junto al azul Juniata—

“una América rural”, decía la revista,

“ahora perdida, pero presente en la memoria,

un primario jardín perdido para siempre…”.

(“Verás”, le dije a mamá, “solamente creemos que estamos aquí…”)—

los cazadores de raíces

avanzan rumbo a los bosques, extraen

raíces del amor de los virginales claros, doblan

tallos sobre las empuñaduras de las palas

y las apalancan, con un gran,

sordo, último

retumbo

cuando cada raíz se desgaja de su sitio.

4

Llene una tetera

De agua azul.

Hiérvala sobre una fogata de varas

de fresno. Muela raíces.

Arrójelas. Déjelas que maceren. Recaliente

sobre las cenizas del fresno. Embotelle.

Séllelas con el pulgar

de un muerto. Que se maduren

cuarenta días en estiércol de caballo

en la espesura. Bébalo.

Duerma.

 

Y cuando te levantes—

si es que te levantas—será en el año sotíaco

hecho de enhiestos fragmentos

recuperados de todos los fracasos

de años previos, chatarra

y restos de tiempo que la mortalidad

no pudo moler para su pitanza de risa y sangre.

Y si hubiera un amor más

por conocer, un poema más

que abrir a la vida,

lo encontrarás aquí

o en ninguna parte. Tu mano se moverá

por su propia cuenta

por el curvado sendero,

atraído por el terror y el terrible señuelo

del vacío:

un rostro se materializa en tus manos,

en la absoluta blancura de las páginas

un poema se escribe sólo: su título –el sueño

de todos los poemas y el texto

de todos los amores—“Ternura hacia la Existencia”.

5

En esta orilla –nuestra orilla—

de las desvanecidas, azules aguas, te recuestas,

llorando en tu lecho, escuchando esos

leves,

temibles retumbos

de las despedidas que al ocaso allanan los virginales bosques.

Yo, también, he comido

la pitanza de la oscura orilla, en el colchón

del tiempo, donde un colgajo con forma de cuerpo

yace junto a un colgajo –sepulturas

arrojadas en medio

por quienes llegaron antes,

amantes,

o amorosos amigos,

o extraños

que amaron aquí,

o rechinaron sus dientes en la pesadilla aquí,

o hablaron de sus aventuras de una noche,

de la campana del sanctus

sonando cada hora para morir contra el vidrio laminado de la ciudad—

Yazgo sin dormir, recordando

el desgarrado cuerpo

de la gallina, el calor de la carne de la gallina

asustando a mi mano,

todos sus deseos,

todos sus cadavéricos olores,

floreciendo de nuevo a la luz de las estrellas. Y luego la espera—

no muy larga, concedo, pero toda mi vida—

por el leve, tenue

impacto de su regreso contra las piedras.

¿Será alguna vez verdad—

todos los cuerpos, un cuerpo, una luz

hecha de la conjunción de la oscuridad de todos?

6

Querido Galway,

No tengo a nadie a quien dirigirme porque Dios es mi enemigo. Me dio lujuria y gozo y me cortó las manos. Mi cerebro ha sido ahogado con su sangre. Pregunté por qué he de amar este cuerpo que temo. Él dijo: es tan señorial, que no puede ser formado de nuevo –querido, radiante féretro. ¿No has estado nunca tan orgullosa de algo que lo has querido de presa? Su voz ahoga mi garganta. Alma de áspides, amo y captor: me quiere matar. Perdona mi ceguera.

Tuya, en la oscuridad,

Virginia

7

Querida extraña

presente en la memoria al lado del azul Juniata,

estas cartas

al otro lado del espacio supongo

serán todo lo que sabremos el uno del otro.

Tan poco de lo que uno es se teje a sí mismo a través del ojo

del vacío espacio.

No importa.

El yo es lo de menos.

Deja que nuestras cicatrices se enamoren.

Galway Kinnell

Galway Kinnell

Acerca de gerardo1313

Escritor, periodista, promotor cultural, estratega de comunicación y agente literario. Reside en México tras casi 30 años viviendo en Estados Unidos y Europa. Autor de siete títulos de poesía, cuento, teatro y traducción literaria. Co-fundador y co-director de la agencia literaria PaGe.

Comentarios

4 comentarios en “Martes de #poesía – Galway Kinnell

  1. Gracias por compartir!!! Lo disfrute mucho!!!

    Publicado por tomaprestadasmispalabras | octubre 16, 2013, 6:28 AM

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